Que no lo conocí. Que tenía un par de años más que nosotros. Que era un estudiante de la Universidad de La Frontera. Que estudiaba la ciencia aplicada de la agricultura y la ganadería. Que estuvo junto a su pueblo, la nación mapuche, ejerciendo la soberanía en los territorios de los que ancestralmente son propietarios. Que fue asesinado por eso en la alborada de este nuevo año. Que sus asesinos son chilenos, son policias militarizados, obedientes de las órdenes de sus superiores, el brazo armado del Estado de Chile: testaferro de la economía despiadada que hace poseedores de tierras araucanas a empresarios y latifundistas como Jorge Luchsinger.
Que lo más seguro es que su muerte quedará impune, como la de Alex Lemún. Que el gobierno, en su calidad de administrador del orden capitalista, xenófobo y patriarcal, silenciará esta injusticia a través del cerco de los medios burgueses. Que serán reprimidas las manifestaciones que intenten vengar su frío asesinato. Que su rostro se pintará en miles de panfletos, pancartas y murallas, que no devolverán a la vida a este compañero. Que todo Chile seguirá en la más pura normalidad.
Las fábricas no detendrán su producción ni aparecerá su nombre en nuestras pruebas de actualidad. Todo, como siempre, con interrupciones breves, con miserables cambios, con letargo, con marasmo, con ataraxia.
Que lo más seguro es que su muerte quedará impune, como la de Alex Lemún. Que el gobierno, en su calidad de administrador del orden capitalista, xenófobo y patriarcal, silenciará esta injusticia a través del cerco de los medios burgueses. Que serán reprimidas las manifestaciones que intenten vengar su frío asesinato. Que su rostro se pintará en miles de panfletos, pancartas y murallas, que no devolverán a la vida a este compañero. Que todo Chile seguirá en la más pura normalidad.
Las fábricas no detendrán su producción ni aparecerá su nombre en nuestras pruebas de actualidad. Todo, como siempre, con interrupciones breves, con miserables cambios, con letargo, con marasmo, con ataraxia.