miércoles, 27 de junio de 2007

Ossa nos visita

Artículo publicado en: www.saladeprensa.org

Televisión en Chile
por Carlos Ossa S.


Si la televisión atrae es, en buena medida, porque la calle expulsa. Es la ausencia de espacios -calles y plazas- para la comunicación lo que hace de la televisión algo más que un instrumento de ocio, un lugar de encuentro. De encuentros vicarios con el mundo, con la gente y hasta con la ciudad en que vivimos.Jesús Martín-Barbero, Pretextos 1997

Carlos Ossa S.*

La comunicación colecciona el mundo que se fragmenta, recupera y congela en imágenes los nombres y lugares necesarios para satisfacer una familiaridad. Se trata de dotar de una identidad en la entretención, fugitiva y breve, pero funcional a la idea de cotidiano urbano. Lo demás, es decir, la realidad informe, el tiempo desajustado e incompleto lo teatraliza el espacio mediático a modo de información corta, calle o abandono.

El sistema comunicativo remienda una malla de saberes y sentidos comunes donde están definidas las zonas de catástrofe, euforia y risa, narradas como eventos de progreso, deporte o malestar, a través de ese largo reality show que es la transición, donde divertirse es estar de acuerdo; opinar es consentir la espectralidad de las encuestas y, morir, un recado al final del noticiero.La prensa y la televisión, a su vez, hacen el catastro de las proezas de la tecnocracia que termina confundiendo realidad con marketing, cuerpo con novedad, participación ciudadana con orden público. Vencida la noticia (en lo que tiene) de acontecimiento existencial, una pedagogía de la estandarización múltiple vuelve predominante la anécdota, la página social y el fingimiento de la sorpresa en los programas de conversación.

La oferta de las redes televisivas (cuarenta mil horas anuales en la programación abierta y un millón doscientas mil horas en el cable) se concentra en una producción simbólico-comunicacional redundante, sin accidentes ni temblores. No hay posibilidad de discordia ya que el conflicto es trabajado en la comunicación como un hecho externo e inusual, no deseado por la política, y por ello dar vueltas sobre los mismos temas y personajes permite horizontalizar la falla subjetiva y evita la otredad insatisfecha que no habla ni imagina las palabras de un Chile correcto, olímpico y normalizado.

Desde el punto de vista comunicacional asistimos a un plagio de la cotidianeidad, pues el discurso prevaleciente, los signos que decoran al país y el desecho de espacio público que conservan las instituciones, llena la incompletud de la transición con una vasta nómina de clichés lingüísticos destinados a eludir los imprevistos: el horror máximo de la política con libreto. Desaparecidos los narradores, ausentados los deseos interpretativos que no terminan en consumo, relocalizadas las ciencias sociales en su labor de servir de asesoras, la actualidad se impone disfrazada de oportunidad, desarrollo, realismo u "opinión pública".
El discurso político se desliza por un territorio -previamente- nivelado para hacer un saludo a lo diverso, sin embargo la expansión democrática de las minorías, la aparición de relatos fronterizos no impactan sobre la legitimidad tecnoperceptiva dada por el video y una estética audiovisual que transforma todo en clips, por ello mostrar no es garantía de participar. Hay una lectura instalada por la que circulan las diferencias en el contorno de las superficies, cáscaras de pluralidad justificando la administración de los gustos, los deseos y los catálogos de turismo.

Sería erróneo culpar a los medios como los principales agentes babélicos de la ebriedad de los lenguajes, la simplicidad de los contenidos o el bajo espesor de información significativa, pues ellos delatan sólo los límites de la propia transición, nacida de una escena publicitaria en las campañas del no (Sunkel) y continuada en la repetición incansable de una misma serie con distintas versiones: entre Viva el Lunes y Tal para cual, el problema es sólo de énfasis y rostros. El propósito común, más allá de la diversión, podría sintetizarse en una ecualización perceptiva (ver lo mismo); una estética del acuerdo (lo que tengo me distingue) y una ética de la posesión (mayorías razonables).

No es necesario elaborar continuidades simbólicas porque todo funciona en la promesa de visibilidad absoluta, de una producción de identidad local justificada por las segmentaciones de público y el acceso a un menú definido (incluyendo el incremento de la programación nacional en los canales). No se necesita explicar presencias, sólo garantizar la puesta en escena donde los protagonistas oficiales dan permanencia a un formato que los precede y concluye.

Así, la sociedad se inmoviliza en un verosímil de progreso, derroche, extensión y demasía
perpetua que sería el testimonio inapelable de un país reconciliado, abierto y participativo. La patria triunfando en zapatillas, la obesidad de los chilenos, la fluctuación de la compraventa de automóviles, la economía que nos llena de "cabezas de turco", la informatización financiera o el aumento de los viajes a Miami darían cuenta de los logros esenciales del desarrollo.

Todo el resto es éso y cifra... El eje de la variedad, sin embargo descansa en repetir la repetición, una fórmula comunicacional donde el país se retoriza con su anhelo: la modernización. Es un punto donde la telefonía celular es confundida con el futuro; el sexo confundido con permisividad moral o la discrepancia con nostalgia o falta de realismo. Con la repetición el habla social es reducida a puro gesto celebratorio o confirmativo para expresar la reincidencia del programa, del discurso, del deseo transformado en burocracia. El modelo comunicativo trasmite, entonces, un estelar donde se ponen y "reponen" figuras públicas mínimas, cuerpos tan ejemplares que sólo existen en imágenes y en la ficción televisiva de un Chile parecido a revista de multitienda.

Es una vitrina del "todo", que puede ofrecer anacronismos nacionalistas en medio del juego comercial de la globalización, pasando por la irrupción de un simulacro de lo popular relleno de sombras tropicales, siguiendo por el voyeurismo minimalista de un comentario deportivo que vuelve tragedia las zancadillas, hasta el tiempo de las noticias cada vez más parecidas a comerciales sin música. En todo esto hay operaciones mitopoyéticas carentes de densidad por lo real (si tal cosa existe), pero exhuberantes en códigos de simulación, por medio de los cuales habla el mito de un Chile nacional, popular, conforme y expresivo.

La televisión, convertida en la máquina semiótica (productora de sentido) de la videocultura, ofrecería una totalidad hecha de fragmentos elegidos -quizá por ello hay una coincidencia vicaria entre la vida urbana y la vida televisiva- que ha logrado remontar los tiempos mixtos de la sociedad y no sabe que hacer con sus diferencias. La velocidad comunicacional, gracias a una estructura y lenguaje exhibidos como estética de los años noventa somete a la instantaneidad al imaginario social, al placer de fenecer en la desmemorización diaria de los accidentes del tránsito, los goles y las conferencias de prensa.

En el corazón obsolescente de la televisión chilena siempre hay pantalla, pero no necesariamente mirada.


* Carlos Ossa S. es profesor de la Universidad de Chile y miembro del Centro de Investigaciones Sociales de la Universidad ARCIS, dirigido por el sociólogo Tomás Moulián. Miembro del comité de redacción de la revista In Fraganti y colaborador permanente de la revista Crítica Cultural, que dirige Nelly Richard. Esta es su primera colaboración para Sala de Prensa.

domingo, 24 de junio de 2007

Concurso 100 años de prensa en Chile


Lo encontré por ahí. Quizás algún futuro cesante gane. Cocker.
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Con motivo de celebrarse el presente año un siglo de la fundación del Círculo de Periodistas de Santiago, esta institución, la Ilustre Municipalidad de Santiago y la Universidad Diego Portales convocan a periodistas, comunicadores sociales, cientistas sociales, historiadores, y a todas aquellas personas que puedan aportar antecedentes y reflexiones en torno a la materia, para participar en el Concurso Nacional de Ensayo “Cien años de Prensa en Chile”.


BASES
1.- Habrá un Premio Único en dinero y Cinco Menciones Honrosas. Además el Jurado podrá seleccionar trabajos finalistas que se incluirán en una futura publicación. El Premio Único no podrá ser declarado desierto.
2.- En el Concurso podrán participar chilenos (as) residentes dentro y fuera de Chile, y extranjeros con residencia permanente en el país.
3.- Cada postulante podrá concursar con un trabajo, que deberá ser absolutamente inédito.
4.- Los trabajos deberán ser presentados en una extensión máxima de 40 carillas, a espacio 1 y medio, letra tamaño 12, escritos en computador. Cada concursante deberá entregar su ensayo en 5 copias, más un CD con el archivo del trabajo.
5.- Todos los trabajos serán presentados con un seudónimo que debe ir indicado en el ensayo y en el archivo del CD. En sobre cerrado adjunto, que en su exterior indicará sólo el seudónimo, el concursante deberá incluir los siguientes datos personales: Nombre Completo, RUT, Dirección, Teléfono personal o fijo, correo electrónico y breve reseña biográfica del autor. Además deberá incluir fotocopia de la Cédula de Identidad por ambos lados.
6.- La recepción de trabajos se iniciará 1º de junio de 2007 y se cerrará impostergablemente el viernes 31 de agosto de 2007 a las 19:00 horas. En el caso de los envíos por correo se considerará la fecha del matasellos. Los ensayos podrán entregarse personalmente o enviarse por correo a la Dirección siguiente: “Concurso, Cien años de prensa en Chile, Círculo de Periodistas de Santiago, Amunátegui 31, tercer piso, Santiago, Chile”.
7.- No podrán concursar los Miembros del Directorio del Círculo de Periodistas ni los funcionarios de la institución, ni familiares directos de ellos.
8.- El fallo, con carácter de inapelable, se entregará en octubre de 2007 y el acto de premiación será encabezado por el Alcalde de la Ilustre Municipalidad de Santiago y la Presidenta en ejercicio del Círculo de Periodistas de Santiago en una ceremonia solemne que tendrá lugar el mismo mes de octubre.
9.- El Jurado estará conformado por un Miembro del Círculo de Periodistas designado por su Directorio, un representante de la Municipalidad de Santiago, un representante de la Universidad Diego Portales, un historiador y un periodista de destacada trayectoria profesional.
10.- La organización del Concurso estará a cargo de la Comisión de Cultura del Círculo de Periodistas de Santiago.
11.- La participación en el Concurso da por aceptados los términos de estas bases.






Autor: Círculo de Periodistas

sábado, 16 de junio de 2007

El Mercurio dice...

Editorial de El Mercurio ("lo que nos pasa hoy?", la magia del marketing)
(Haga click en la imagen para verla en su tamaño real).

viernes, 15 de junio de 2007

Toma Universidad de Chile


Esto no sale en la tele. Bueno, solo sale 8 segundos en TVN.

miércoles, 13 de junio de 2007

seminario de fotografía en el ICEI !


domingo, 10 de junio de 2007

Puntos de vista: RCTV

Esta es una carta abierta realizada por un profesor de la escuela de periodismo de la PUCV respecto al conflicto ético y mediático del cierre de RCTV en Venezuela.

CON LA INFORMACION OBJETIVA TAMBIEN SE PUEDE MENTIR.
SOY PERIODISTA Y APOYO EL CIERRE DE RCTV EN VENEZUELA.

Pienso que gran parte de lo que se ha señalado en Chile respecto del cierre de RCTV no se ajusta a la realidad, por eso mismo, voy a defender una postura que me parece minoritaria en nuestro país, y, de seguro, aun más minoritaria entre el gremio periodístico: apoyo el difundido "cierre" del canal RCTV de Venezuela.

Y dado que me atrevo a afirmar la falsedad de lo difundido por los medios, me gustaría comenzar con la primera de esas falsedades. En general, los medios y las diferentes voceros han argumentado sobre la base de una dicotomía falsa, a saber: el cierre o no cierre de RCTV, en torno a lo cual se ha tomado postura. Pero la real dicotomía a la que se vio enfrentada RCTV fue otra: la renovación o no renovación de la concesión para transmitir por señal abierta.

Esta decisión está amparada y regulada, al igual que en muchísimos países, por el ordenamiento jurídico venezolano (desde antes de Chávez), por la Ley Orgánica de Telecomunicaciones y también por el artículo 156 de la Constitución. De hecho, la no renovación de la concesión a RCTV fue, en primera instancia, decretada por el gobierno, y en segunda y final instancia, ratificada por el Poder Judicial venezolano. Es decir, más allá que a uno le guste o no la medida, está fuera de toda duda de que se trata de una decisión constitucional y legal de un país democrático. Una decisión, por lo demás, bastante generosa, de acuerdo a la resolución del 16 de noviembre de 1973 del Ministerio de Agricultura de Venezuela, "las instalaciones que requiera construir RCTV en el terreno, las torres y construcciones que se instalen a expensas de RCTV, se entenderán propiedad exclusiva del Estado", no obstante ello, el Gobierno está negociando con el canal una suerte de indemnización.


En segundo lugar, no hay cierre de transmisiones, otra falsedad. Sí hubo cierres (en el sentido real de la palabra) de RCTV en 3 ocasiones en gobiernos anteriores a Chávez, hablamos de los gobiernos corruptos de Carlos Andrés Pérez y Rafael Caldera que nadie de la elite criticaba. Ahora, sin embargo, lo que se vio afectado es la transmisión a través de la señal abierta del espacio radioeléctrico, pero RCTV puede seguir transmitiendo vía satélite, cable y radio.
Lo dicho hasta aquí permite afirmar que en el sentido estricto y considerando el hecho en sí mismo, no estamos ni ante un cierre de un canal, ni ante un atentado contra la libertad de expresión. Se trata de una decisión legal, en el marco de las reglas del juego que ese país democrático se ha dado.


En Chile sí se han cerrado medios de comunicación en democracia: APSI, Análisis, Cauce, La Época, Rocinante, Plan B…., las reglas del juego que operaron (no exclusiva, pero sí esencialmente) fueron las del mercado.

Por lo mismo, la argumentación purista dada hasta aquí puede resultar insatisfactoria, ya que más allá de lo legal está lo legítimo y más allá (o detrás) de las reglas jurídicas, la política. Y los medios, como sabemos, son un actor político e inciden, a menudo, en lo que se considera (i)legítimo.

Con esta mirada más política, entonces, partamos ahora por señalar que, al igual que en gran parte de América Latina, en Venezuela el discurso público está privatizado. El 78% de las estaciones de TV en VHF son utilizados por el sector privado, en la banda UHF, en tanto, el 82 % es operado por privados. Con la prensa escrita pasa otro tanto. Es decir, el 80% de la producción y circulación de los mensajes mediales de Venezuela lo producen corporaciones. Y ese amplio flujo comunicacional es claramente adverso al gobierno de Chávez, a pesar de lo cual su propuesta revolucionaria ha salido triunfante de todas y cada una de las elecciones desde 1998 (lo que, dicho sea de paso, abre una serie de interrogantes acerca del efecto de los medios sobre las audiencias).

Y en ese plano de la lucha ideológica, RCTV ha destacado por su beligerancia. Este canal, a través de las ondas públicas cedidas por el Estado, hizo repetidos llamados a derrocar el Gobierno democrático de Hugo Chávez, apoyó incondicionalmente al Gobierno golpista de Pedro Carmona, dirigente empresarial, que en 2002 derrocó a Chávez por dos días y una de cuyas primeras medidas fue la clausura inmediata de los medios afines al gobierno bolivariano (valga recordar que Pedro el Breve sólo fue reconocido por los Gobierno de España, EE.UU. y Chile). RCTV se negó a transmitir que el golpe estaba fracasando y que millones de venezolanos en las calles pedían la vuelta de su presidente constitucional. Y ahora, antes del fin de la concesión, hizo llamados a magnicidio.

Nos preguntamos, ¿es legítimo que un medio de comunicación, a través de una concesión pública, llame a derrocar un gobierno democrático? ¿Un gobierno democrático puede cerrar un canal golpista?

Tal vez sea más fácil responder estas interrogantes aproximándonos a través de otra: ¿puede un gobierno cerrar un canal que sistemáticamente promueva la pedofilia?
Si la pedofilia es un tremendo crimen contra el infante, los golpes de Estado son un tremendo crimen de lesa humanidad, y en América Latina bien lo sabemos.

El asunto es que respecto del valor de la infancia y del antivalor de la pedofilia hay en general en Chile mayor consenso que respecto del valor de la democracia.


Pedro Santander Molina
Periodista
Director Postgrado en Comunicación
PUCV
Escríbanos a: cesantes2012@gmail.com